El 10 de diciembre de 1925, ocho años después de las apariciones a los pastorcitos, se le apareció a sor Lucía la Santísima Virgen y, a su lado, el Niño Jesús. La Virgen le mostró un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas. Y dijo el Niño:
—Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.
Enseguida dijo la Santísima Virgen:
—Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el Primer Sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, Yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas.
Sor Lucía también le hizo esta pregunta a la Santísima Virgen y Ella le explicó que el motivo era porque hay cinco clases de ofensas y blasfemias contra su Inmaculado Corazón.
CONFESARSE con la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María. Es válida también la confesión que se haga en alguno de los días siguientes, con la misma intención.
COMULGAR en gracia de Dios: es la Comunión reparadora.
REZAR UN ROSARIO, es decir, las cinco decenas de cualquier misterio.
MEDITAR, durante quince minutos, en cualquier misterio del Santo Rosario.
👉 Puede hacerlo en cualquier iglesia y puede comenzar su práctica en cualquier mes. Lo importante es que una vez que haya comenzado, la repita durante cinco meses seguidos, siempre el primer sábado.
Desde hace muchos años, los Heraldos del Evangelio se dedican a esta práctica: celebran una Misa solemne en la que se corona la imagen peregrina de la Santísima Virgen. Es una ceremonia muy emotiva en la que encontrará sacerdotes para poder confesarse.